"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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25-01-2020 |
Mi época en la huelga minera. Una entrevista con Ian Lavery
Ian Libery
En 1984, el actual Presidente del Partido Laborista, Ian Lavery, era un minero más dispuesto a luchar junto con sus compañeros. Lo que vivió durante la huelga le cambió para siempre.
Este verano se cumplen 35 años del comienzo de la huelga minera, ese episodio de mediados de los 80 en que el Estado, los medios de comunicación y la pol icía libraron una guerra sin cuartel contra el movimiento obrero británico. A pesar de que se acordó que los aprendices mineros del noreste de Inglaterra siguieran trabajando durante la huelga, uno de ellos —Ian Lavery, el actual Presidente del Partido Laborista— se quedó en los piquetes.
Lavery entró a la huelga siendo hijo de un minero, con conciencia de clase pero no politizado, aunque pronto se radicalizó al calor de la experiencia de la brutalidad policial, de las manifestaciones socialistas y de la solidaridad de la clase obrera. Poco después se convirtió en delegado a tiempo completo de la National Union of Mineworkers (NUM) en su pozo minero. Finalmente, relevó a Arthur Scargill como Presidente del Sindicato en 2002, y solamente se retiró cuando fue elegido diputado laborista en el Parlamento Británico en 2010.
Por primera vez, Ian Lavery se sienta con el editor adjunto de Tribune Marcus Barnett para comentar su experiencia en la huelga, los efectos de la derrota en las comunidades mineras y el legado actual de aquellas luchas.
¿Puedes contarnos un poco acerca de tu pasado, Ian?
IL Nací en Ashington, que era la mayor ciudad minera de carbón de Europa. Por ello me gané el alias “coaltown” [villacarbón]. Ashington se construyó alrededor del carbón; toda la comunidad dependía de él. Mi padre fue minero, mis abuelos eran mineros, mi bisabuelo vino de Derry, en Irlanda, para trabajar en la mina. El polvo de carbón corre por mis venas.
Nada más dejar la escuela, como no tenía trabajo fui a lo que se llamaba el Plan de Formación Juvenil. Durante un tiempo (muy poco) trabajé en la industria de la construcción. También estuve en los ferrocarriles alrededor de un mes. Pero entonces conseguí un trabajo en el pozo minero en el que trabajaba mi padre. Era lo habitual: si tu padre era minero, podía comprobar cuándo iban a quedar puestos libres, y tu podías aprovecharlo. Yo estaba encantado de formarme como aprendiz de minero.
Fui a la escuela nocturna para sacarme el título formativo de minero porque, en realidad, era de los que, en la otra escuela, interrumpía las clases. Era el típico perfil inquieto, no académico, y no me centré como debería. Siempre he sido muy enérgico, pero de la manera equivocada. Esa energía la aproveché en las luchas que vinieron luego.
Esto es alrededor de 1980, ¿no?
IL Me uní en enero de 1980. Mi padre era un gran sindicalista. Nunca fue un dirigente sindical, pero era muy activo, un buen padre y muy respetado. Siempre decía: “todo lo que te mande hacer el sindicato, lo haces”. Y así lo hice. Aprendí de él que esto era lo que había que hacer.
En las huelgas durante los setenta, mi padre participaba activamente. Pero yo estaba en la escuela, así que tampoco pensaba mucho en ello, excepto por el hecho de que implicaba que la escuela cerraba. ¡Eso me convirtió en un gran defensor de la huelga!
Lo que pasó en 1984 fue, básicamente, que había un conflicto en una mina de carbón en Cortonwood, Yorkshire. Yo no sabía mucho del tema. Yo era simplemente un hincha fanatizado del Newcastle, tanto en casa como fuera, y ese era mi principal interés. La huelga llegó a nuestro pozo cuando unos trabajadores de una mina cercana vinieron y formaron un piquete. Yo me acerqué a ellos y les pregunté: “¿qué ocurre?”. “Es un piquete”, me dijeron. “Hay un problema en Cortonwood y te pedimos que no cruces el piquete”. Entonces yo dije: “bueno, está bien; nos vemos mañana”.
Se anunciaron reuniones, y la cosa se expandió bastante rápido. La gente venía de diferentes sitios para empezar a formar piquetes en las zonas carboníferas. Gente que hasta ese momento yo no había conocido, que mostraban una camaradería increíble, te explicaban la situación. Siempre he sido de los que defienden a los más desfavorecidos, de la manera que sea. En ese momento estaba más que feliz de involucrarme en la huelga. Así fue. Estábamos en huelga.
Cuando la huelga empezó, yo aún estaba en casa. Éramos mi madre, mi padre, cuatro hermanos (sólo tres en casa), y yo. Y todos estábamos en huelga. Se ha dicho por todas partes que yo era el único aprendiz del noreste en huelga. No estoy cien por cien seguro de que esto sea cierto, pero lo que sí puedo decir es que el sindicato decía que los aprendices debían trabajar. Tenías lo que se llamaba contrato de formación. Y eso implicaba ir a trabajar. Yo le dije a mi padre, “el sindicato nos dice que tenemos que ir a trabajar”. Yo me preguntaba qué debería hacer. Me respondió: “siempre tienes que hacer lo que el sindicato te pida. Pero, en esta ocasión, déjame decirte, no deberías ir a trabajar”.
Recogí su consejo, el cual, probablemente, fue el mejor que me han dado en toda mi vida. Me politicé acudiendo a los piquetes, a todas las marchas y manifestaciones, y estando hombro con hombro con gente fantástica. Conocí a gente que no tenían ni conseguirían un título formativo, pero que son algunas de las personas más brillantes e inteligentes que he conocido en mi vida.
¿Qué dijeron los sindicatos cuando vieron que te saltabas las normas y te quedabas con ellos?
IL Les pareció bien. Es cierto que la administración no estaba muy contenta, porque estaba haciendo un curso con ellos como parte de mi formación como aprendiz y cuando terminó la huelga me jodieron un poco. En realidad no fue problemático, porque les dije que, cuando llegara el día, sería antes un sindicalista que un administrativo.
Fue el mejor año de mi vida. Hacíamos piquetes por la mañana, muy pronto, viajábamos, íbamos a manifestaciones. Escuchaba hablar a Arthur Scargill, Dennis Skinner, Tony Benn, Rodney Bickerstaffe, que eran los líderes de la huelga en las diferentes regiones, y pensaba que eran gente maravillosa. Me cambió la vida totalmente. Era gente que sabía de qué iba la huelga. Eran anti-establishment , lo cual, en verdad, yo también lo he sido toda mi vida —siempre he sido un tocapelotas en este aspecto—, pero ellos sabían de lo que hablaban. La huelga cambió mi visión de las cosas.
¿Cuáles son tus recuerdos más intensos de aquel momento y de la violencia en los piquetes?
IL La actuación policial era normalmente horrible. ¡Debo de ser –o eso proclamo yo— uno de los primeros mineros del carbón del Norte al que arrestaron durante la huelga! A las dos semanas de empezar la huelga, fui con mi padre y un colega suyo a un piquete en una central eléctrica que estaba a un kilómetro y medio [una milla] de nuestra casa. Me bajé el primero del coche y cuando mi padre y su colega estaban en la línea de piquetes yo ya estaba en la parte de atrás del furgón policial. Hubo un forcejeo bastante grande y la policía empezó a pegarnos. Yo se les respondí de la misma manera. Nunca me he metido en problemas, pero no iba a dejar que nadie nos pegara. Fue una situación increíble. Un caos.
¿Entonces tu impresión es que la policía buscaba la confrontación?
IL Oh, eran viciosos. Desde los primeros días, cuando me arrestaron por primera vez. Hubo una concentración enorme frente a la comisaría. La gente intentaba volcar un furgón policial. Cuando me arrestaron, un policía se acercó y dijo “He arrestado a Mr. Lavery por desórdenes públicos”. Pero lo cierto es que él no había sido, y le dije, “es evidente que tú no me has arrestado; ¿por qué dices eso?”. Se lo comenté a mi abogado —el policía que me había arrestado tenía una marca de nacimiento muy distintiva en la cara. Fui a juicio, expliqué mi caso y me pude ir. Era la segunda vez que estaba en un piquete.
A lo largo de la confrontación, ¿viviste cómo la violencia se hacía mayor?
IL Bueno, depende de donde estuvieras. Orgreave era lo peor, sin duda. Lo terrible de la huelga era que había gente, como yo y como mi padre, que no había tenido ni un solo problema con la policía hasta el momento y que, de repente, la policía se presentaba en su puerta. Eras testigo del control estatal que había en los pueblos y ciudades mineras. Siempre deberíamos recordar que un gobierno tiene la capacidad de convertir a la policía en una herramienta de Estado dirigida contra la gente trabajadora y corriente. Y esto fue exactamente lo que ocurrió.
Había rumores, bastante sólidos, de que se desplegaron soldados en activo uniformados como policías para controlar a los mineros. Algunos describieron la situación en algunas zonas como una ocupación militar.
Vi a policías con tatuajes en las manos (lo cual, por aquel entonces, era muy inusual). Había, sin duda, gente que venía de las fuerzas armadas. La policía local se manifestaba a menudo contra la inclusión de gente de otras zonas, y algunos oficiales se mostraron en contra de esto.
Fue una situación horrible no solo por la policía, sino también por el sistema judicial. Podían arrestarte por nada, y cuando ibas a juicio, el abogado te decía que te habían inculpado con delitos más graves y que si aceptabas algo inferior, se llegaría a un acuerdo. A la gente se le arrestaba con cargos muy serios y se esperaba que aceptaran cargos inferiores. Mucha gente fue condenada durante la huelga sin haber hecho absolutamente nada malo.
¿Cómo recuerdas la solidaridad en aquel momento, tanto nacional como de fuera?
IL A pesar de lo que digan algunos ahora, recibimos un apoyo tremendo. Por parte de la comunidad, a nivel regional, nacional e internacional. Fue, simplemente, espectacular.
En aquel momento yo tenía 20 años y no tenía hijos, pero tenía amigos para los que las Navidades eran muy difíciles económicamente. Aun así, todo minero tenía un pollo o un pavo en su mesa para cenar gracias a la CGT francesa. Se aseguraron de que cada niño tuviera un balón de fútbol o una muñeca por navidad. Mandaban camiones y camiones por toda Inglaterra. Era algo muy importante que hacía que los niños recibieran algo por Navidad. A algunas niñas les tocaron balones de fútbol y a algunos niños muñecas, pero ahí están.
Durante las Navidades también recibimos un cheque de los mineros de Sudáfrica. Esta gente era la más explotada, con salarios más bajos y más oprimida en uno de los sistemas más agresivos y derechizados del mundo… pero juntaron lo que tenían para ayudarnos. La sensación y el espíritu de camaradería eran fantásticos. Enmarcamos el cheque y lo pusimos en la sede de la National Union of Mineworkers. Nunca lo olvidaré.
Los mineros rusos nos mandaron mucha comida, como hicieron otros tantos en el resto del mundo. Pero en los puertos, en los ferrocarriles, en la industria eléctrica, la solidaridad también fue increíble. Miles nos daban lo que podían.
Una de las cosas que más me impactó fue la asociación de Mujeres Contra el Cierre de los Pozos mineros [Women Against Pit Closures]. Es cierto que si tu pareja no te apoyaba completamente, era complicado. Pero la manera en que WAPC le dio voz a las mujeres durante la huelga y convirtió a muchas de ellas en líderes al frente de los miles que se manifestaban, realmente emancipó a las mujeres en muchas comunidades mineras. Es algo que podía percibirse.
Aún así, aún queda mucho sobre lo que reflexionar. Mi madre, a la que quería muchísimo, se murió a principios de los 90. Creo que tuvo que ver con el estrés que vivió durante la huelga. Nosotros salíamos a hacer piquetes, pero a la vuelta esperábamos que hubiera comida sobre la mesa. No estoy seguro cómo lo hacía, cómo pagaba las facturas y lo cierto es que, por aquella época, no pensábamos mucho sobre esto. Creo que todo esto influyó mucho en su muerte prematura.
¿Crees que la huelga podría haberse ganado de alguna manera? ¿Cuáles crees que fueron las razones de la derrota?
IL Bueno, creo que, al final, se ha demostrado que estábamos en lo cierto. Pero en ese momento estábamos desmoralizados con la huelga. Creo que la gente tuvo suficiente con un año de huelga. La gente pensó que ya había cumplido su tarea y que era el momento de negociar y volver a la normalidad.
La gente sufrió. Es mucho tiempo sin ingresos y las comunidades lo sintieron en los pueblos y en las ciudades pequeñas. Realmente era difícil ver una salida que no fuera una vuelta organizada al trabajo.
¿Crees que te victimizaron por ser el único aprendiz?
IL Realmente no, más allá de que, tras conseguir mi primer título formativo no me dejaron hacer otro. De todas formas, entré pronto en el comité del sindicato.
Para bien o para mal, mi actitud en la vida, mi visión política, mi participación en la comunidad, se basan en lo que viví durante la huelga. A algunos les puede no gustar mi forma de ser, y eso está muy bien, pero mi carácter está definido y contorneado por lo que experimenté. El objetivo último de la huelga era ganarle la batalla al Estado y, si se presentara de nuevo la oportunidad, haría exactamente lo mismo.
A raíz de la derrota, las ciudades mineras cambiaron a peor. Las condiciones de vida se deterioraron, la pobreza y la drogadicción golpearon muy fuerte. ¿Cuál crees que es el legado de esos años?
La huelga terminó hace 30 años. Durante la huelga, lo que el gobierno decía era que el sindicato estaba engañando a los trabajadores. El sindicato decía que la industria iba a cerrar, que la gente se quedaría sin trabajo, que tendríamos problemas de pobreza, de bajos salarios, falta de empleo, que empeoraría nuestra salud y que las comunidades se dejarían de lado. Thatcher calificó esto de alarmismo, y el gobierno dijo que invertiría en nuestras comunidades si los pozos mineros cerraban. Esa inversión no tuvo lugar. Y sigue sin aparecer.
Hoy en día, todo esto se nota en todo el país. Fíjate en los Midlands, donde antes estaban las fábricas de automóviles. Fijate en los astilleros. A todos les prometieron un futuro mejor: os quitaremos vuestra industria pero la reemplazaremos por otra cosa. Y esto nunca ha ocurrido.
A día de hoy, ninguna de las comunidades mineras se ha recuperado . Muchas de estas personas han sufrido la austeridad no desde que los Tories llegaron al poder hace nueve años, sino desde hace décadas, cuando cerraron las minas. Simplemente se han hecho inmunes a esto. Cuando se celebró el referéndum sobre nuestra relación con la Unión Europea en 2016, la gente decía: “bueno, no tenemos mucho”.
¿Crees que este sentimiento —el de que las cosas no pueden ir a peor— es lo que decidió el voto pro-Brexit en las antiguas zonas mineras?
IL Creo que está relacionado con el hecho de que el establishment no pretende ayudar de ninguna manera a estas comunidades. Hay otros factores: por ejemplo, muchos centros de trabajo de la industria minera del carbón y de la fundición de aluminio en mi distrito electoral se cerraron usando legislación europea —en la que se amparaban los gobiernos nacionales— relacionada con la reducción de las emisiones de carbono. Mucha gente culpó a Europa de dejarles sin trabajo.
Durante el referéndum, a la gente de aquí no le preocupaba el tema de las pensiones porque, simplemente, no tienen. Tampoco le preocupaba el tema de las finanzas. Mucha gente no tenía nada que perder, y lo puedo entender. Ha sido una política pensada para dejar atrás zonas como la mía y hemos llegado a un punto en que la gente dice: “hasta aquí hemos llegado”.
Actualmente estamos en un momento en que el Brexit está envenenando al país. Ya no es si eres de izquierdas o de derechas, sino si apoyas Remain [quedarse] o Leave [marcharse]. A Jeremy Corbyn se le está criticando por lo que se ha llamado una “ambigüedad constructiva” acerca del Brexit. Pero lo que estamos diciendo es que no le daremos la espalda al 48% o al 52% de la gente: no deberíamos alinearnos con uno de los lados, necesitamos unir a la gente. De lo contrario, habrá un vacío y lo preocupante es quién lo llenará.
El noroeste, el noreste, Yorkshire, Humberside, las Midlands occidentales, estas zonas que hemos descrito hasta ahora, votan Leave [marcharse]. Creo que mucha gente se sentiría traicionada o engañada si el partido decidiera ignorar el resultado del referéndum. Yo soy un diputado, pero no creo que tenga derecho a anular un referéndum. Yo era un Remainer [a favor de quedarse], pero antes que nada soy un demócrata.
La última vez elaboramos un programa brillante, y el próximo será aún mejor. Pero si nos encaminamos hacia un segundo referéndum, por ejemplo, cuando llamemos a la puerta de muchas personas y preguntemos si lo conocen, nos dirán, “hemos visto su primer programa y dijeron que respetarían el resultado del referéndum. No lo han hecho. ¿Por qué deberíamos creerles en lo demás?” Podemos ofrecer un salario mínimo de 25 libras la hora pero la gente de donde yo soy simplemente dirían “ya no te creo”.
Tenemos que contar con la confianza de los votantes, y la confianza es algo que consigues con trabajo. Tenemos a Boris Johnson, un mentiroso en serie, como primer ministro de este país. Pero aún hay gente en comunidades como la mía a las que les gusta. Está haciendo una rutina mini trumpiana. Y lo mismo ocurre con Farage. ¿Cómo puede alguien votarle? No es un tipo al que ves con una pinta y un cigarrillo en un pub. Es un banquero que vive en Chelsea. Pero la gente dice que habla por ellos. Aún así, hay mucha gente que siente que no le escuchan y que se le ha privado de sus derechos. Tenemos que hacerlo mejor para llegar a ellos. Es el reto que tenemos por delante.
Ian Livery Es presidente del Partido Laborista británico.
Fuente: https://tribunemag.co.uk
Traducción: Iker Jauregui
http://www.sinpermiso.info/textos/mi-epoca-en-la-huelga-minera-una-entrevista-con-ian-lavery
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